#0 – EL PINTOR, INTERPOL – BONUS TRACKS

Escucha Malfeasance, bonus track de El Pintor, nuevo álbum de Interpol. Puedes descargar la canción aquí.

http://www.goear.com/listen/27250b4/malfeasance-intrpol

 

Escucha The Depths, bonus track de El Pintor, nuevo álbum de Interpol. Puedes descargar la canción aquí.

http://www.goear.com/listen/850d6bc/the-depths-intrpol

#4 – MORNING PHASE, BECK

“Can we start it all over again, this morning?”

– Morning Phase

El sol nos despierta al comenzar un nuevo día; entra por la ventana para sacudirnos con sus brazos dorados y afirmarnos que la noche se ha terminado. Con los ojos entrecerrados, nos aferramos a la intromisión por las cortinas mientras que el cabello se muestra como evidencia de que estamos indispuestos. En la espalda pesan los sueños que no terminamos de soñar, las horas de más que permanecimos despiertos… en nuestros oídos comienzan a construirse los nidos de las aves que cantan sobre los cables por donde transita la electricidad. De un poste a otro se llaman para alzar el vuelo dentro de nuestras cabezas. Poco a poco una voz nos invita a acabar de despertar.

El viento sigue frío a pesar de la resolana que alcanza a acuchillarnos los ojos. Aún con la mitad del cuerpo (y la mente) agarrándose a la cabecera de la cama, las llaves de agua caliente y agua helada comienzan la búsqueda de todas las mañanas: el equilibrio de la tibieza para que el regreso a la realidad no sea muy brusco. La cabeza aún sigue preparada para tocar la almohada y rendirse ante la calidez del contacto entre el cabello agotado y las sábanas que todavía resguardan un poco del calor acumulado en la madrugada. Pero no, ya no es posible… el vapor nos llama a comenzar otra vez; a nacer un día más.

La ducha hace lo posible por soltarnos del seno somnoliento; consigue apenas un poco de lo esperado en un principio. Con todo eso, vamos a salir a la calle, comprobar que la baja temperatura otra vez le hizo la maldad a los rayos solares. El invierno es su extensión más fuerte y así lo revela el frote de nuestras manos entre sí. Vas a andar siete cuadras hacia la estación del subterráneo más cercana con este contacto gélido escabulléndose entre las costuras de tu ropa. Estás vivo.

A lo lejos se percibe el rumor de una ciudad que al igual que tú, está bostezando con la firme intención de guardar esa dosis de cansancio diurno para gozarlo al máximo esta misma noche (aunque sabes que no va a ser así). Te adentras en sus entrañas. Comienzas a vivir lo que te dijeron que era una vida.

Transcurren las primeras horas y se desvelan ante ti las oportunidades que se suponía debías haber aprovechado hace mucho tiempo, lo que no te deja dormir cuando reflexionas a dónde va tu vida. Tener un empleo estable donde tu crecimiento laboral estuviera garantizado en medida de tus buen desempeño. Construir una familia con un hogar en que criaras a unos niños que serían gente de bien para esta sociedad urgida de eso: buenas intenciones. Las inversiones, el fondo de retiro, el regalo a tus papás como muestra de agradecimiento por todo lo hecho por ti, ya no seguir las instrucciones de lavado y de planchado… en tus audífonos, Beck te pregunta si podemos comenzar de nuevo esta mañana.

#3 – SONGS OF INNOCENCE, U2

“Every sailor knows that the sea is a friend made enemy…”

­– Songs of Innocence

Sentado frente a un monitor que día a día repite los mismos argumentos a favor de la “innovación”, nos encontramos un intento de “hacerlo nuevamente”.

La masa está aplaudiendo eufórica. Tras bambalinas, una risa sardónica desvela lo que todos sabíamos desde antes que esto ocurriera.

Un día que nos dijeron sería histórico, nos despertamos en un mundo donde los avances eran sorprendentes: pantallas más grandes, fotos más nítidas, un barómetro incluido en nuestros dispositivos (¡UN BARÓMETRO!), un reloj (sí, un reloj) y un disco nuevo en las tabletas, los smartphones, las computadoras portátiles y de escritorio… sin habernos preguntado antes.

Así fue el 9 de septiembre para el joven, la madre soltera, el experimentado ingeniero o los intensos fanáticos tanto de una marca como la otra. Sí, lo habían hecho “otra vez”.

Todos comentaban al respecto; estaban emocionados. La expectativa, según decían mientras les inundaba el optimismo, se había cumplido con creces. Incluso se dijo que iniciaba una nueva era, que de aquí en adelante lo que viniera iba a dejarnos sin habla. Después encendimos nuestros aparatos y teníamos un nuevo álbum entrometiéndose en las bibliotecas musicales. Era de U2.

Nos “regalaron” su Songs of Innocence, una apología de lo que fue su presentación al mundo aquel día que millones de miradas se concentraron en el mismo lugar para asombrarse con las nuevas aportaciones tecnológicas, más parecidas a dichos del Ministerio de la Abundancia en el imaginario de George Orwell.

Quizá parezca exagerado, pero los 11 episodios del nuevo álbum de Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr., son un paso más hacia las sociedades distópicas que 1984 y Brave New World nos dibujaron hace décadas. ¿Por qué? Porque, lejos de que el sonido que emana de él es una especie de reencuentro con el pasado, nos confirma lo evidente (que el aporte de U2 hace mucho se terminó), da inicio a una etapa de exclusión en las nuevas formas de comercializar la música.

La banda, por su parte, se apega más a la hipocresía pues deja de lado la bandera de la equidad, la inclusión y la defensa humanitaria que durante muchos años ha ondeado en donde quiera que se para. Solamente aquellos que cuenten con los medios necesarios podrán escuchar un álbum que intentó, pero que no logró.

Aunque pensándolo bien, U2 sí lo logró de nuevo; volvió a decirnos lo que durante tanto tiempo hemos sabido y, además, nos da un obsequio condicionado que se puede conseguir nada más aquí. Nada nuevo sale bajo el sol.

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Por cierto, ¿a usted le preguntaron si quería este «regalo«?

#2 – EVERYDAY ROBOTS, DAMON ALBARN

“Some days I look at the morning trying to work out how I got here….”

– Everyday Robots

En algún lugar del mundo, la lluvia golpea los muros internos de una persona con la mirada puesta en las hormigas que trabajan incansablemente sobre el césped de su patio trasero. Las ve ir y venir mientras el agua le va llenando poco a poco los espacios en blanco; el cielo cruje amenazante. Los ojos, sus ojos, se inundan. Afuera, también se desbordan los poros de la tierra mojada… de a poco van flotando los cuerpecillos que patalean desesperados. Las hormigas trabajadoras se ahogan. La mirada pierde su razón de ser. La voz trágicamente apacible de Damon Albarn está sonando en el tocadiscos por primera vez.

De ésta y muchas otras formas es traducible el primer disco en solitario de una figura tan indiscutible como la de Albarn. Sentarse a escuchar el contenido de sus vocablos angustiosos, es sentarse frente al espejo para discernir sobre el porqué no se debe dejar la toalla húmeda sobre la cama; al final de cuentas, la conclusión más sensata será “no tengo ni puta idea”.

Al dar inicio con la degustación que representa Everyday Robots, es inevitable sentir la incertidumbre de quien no sabe qué esperar en esa primera cita tras muchos años esperando superar la ausencia de un amor inolvidable (cuyos detalles más significativos ya no tienen rastro visible en el rostro de los recuerdos). ¿Será igual que con ella? (Y por “ella” entendamos Blur). ¿Irá a pasarme igual que con aquella? (Y por «aquella» queremos decir Gorillaz). Los garabatos iniciales se encaminan de inmediato en el trayecto dócil hacia una tarde nublada. Hostiles y Lonely Press Play dan muestra de ello.

Sin embargo, ¿qué haremos en esa tarde? Podemos correr y alegrarnos de vivir esta amenaza de lluvia pacificadora (así se distingue en el tono vivaz y encantador de Damon en Mr Tembo y Parakeet). De pronto, así como cuando un relámpago estremece los ventanales, nos tropezamos en nuestra carrera y caemos boca arriba. Las nubes expanden sus brazos armoniosamente al ritmo de The Selfish Giant. Una gota nos moja los labios. Una pequeña hormiga trepa nuestros pulgares que reposan sobre un césped carcomido por la tierra húmeda. Comienza un cambio de ruta; Damon Albarn nos cuenta cómo supuran las heridas que no pueden verse.

En adelante, Everyday Robots es una calle mojada con muchos autos estacionados al filo de la medianoche. En uno de ellos están Alejandro y Sofía; por primera vez hacen el amor en el asiento trasero de un coche. Nadie los ve. Nadie los escucha. Nadie sabe de ese conjuro acordado en la penetración de él a ella. Nadie, salvo la complicidad que los encandila. El orgasmo de ella. El semen de él. Damon canta agonizando en medio de este éxtasis, en este trayecto final donde contempla sin poder tocar lo que siempre ha añorado.

Cerramos los ojos para ver hacia dentro. Las hormigas ya nos han invadido. La lluvia nos mojó por completo. Una pequeña flor nace en nuestra frente. Damon llora. Damon nos ve desde su ventana mientras que el agua que cae moja sus muros internos; el cielo cruje amenazante. Sus párpados entristecen por las hormigas ahogadas.

Holacurioso.

#1 – THE PHYSICAL WORLD, DEATH FROM ABOVE 1979

I can’t help you, if you don’t try…”

The Physical World

Joseph Merrick, mejor conocido como el “hombre elefante”, nació en agosto de 1862 en Leicester, Inglaterra, con una terrible enfermedad que se fue agravando con el paso del tiempo y que le marginó de realizar actividades que cualquier otra persona podría hacer sin complicaciones.

A pesar de las protuberancias que comenzaban a brotarle por el cuerpo, los huesos de sus extremidades desarrollados erróneamente, cadera deformada, además de la supuesta mala imagen que su presencia daba al vecindario según los quienes en él vivían, Joseph, siempre tuvo la voluntad y el coraje para seguir adelante, a pesar de saber que no lo conseguiría por el mal trato que recibía de todas aquellas personas que lo veían como un animal de circo.

Con la necesidad de comer y tener una “mejor vida”, tuvo que recurrir a exhibirse por unas monedas como miembro del elenco de un circo y así enfrentarse a burlas, risas, desprecios (incluso de su padre) y una innumerable cantidad de actos exclusivos de la crueldad humana. Esto no le quitó la buena voluntad, logrando vivir hasta los 27 años: la etapa más feliz de su vida.

Sebastien Grainger (batería/vocales) y Jesse F. Keeler (bajo) bautizaron su estilo lleno de sonidos estruendosos y deformes salidos de una batería a punto de explotar, un bajo tan distorsionado y poderoso que por momentos podría confundirse con el rugido de dos guitarras al mismo tiempo, aunado a la voz frenética de Grainger como Death from Above 1979.

Sabiendo la historia de Joseph Merrick y al reconocer el nada confundible estilo musical de los canadienses, desconocido para muchos y muy sorprendente para otros por el sello “grotesco” que lleva impreso, no es atrevido pensar que este dúo decidió usar como su imagen un par de cabezas con protuberancias en forma de trompa de elefante, gracias a la similitud en sus historias. Sebastien y Jesse nacieron en una época donde apenas comenzaban a surgir bandas independientes y con estilos únicos.

No descubrieron el hilo negro de la música, es cierto, pero su cinismo y temperamento para crear riffs poderosos y pegajosos fue lo que les ayudó a erigirse como una de las grandes agrupaciones que deslumbraron por su simplicidad y fortaleza musical, a pesar de que para muchos sólo daban “mala imagen”; que ensuciaban el vecindario.

Luego de obtener el reconocimiento por parte de especialistas y, sobre todo, por la gente que disfruta de la música… su música, decidieron ponerle fin a su breve (meteórica y revulsiva) carrera musical para encaminarse por nuevos rumbos. Nadie entendió qué fue lo que pasó después del “disco rosa” (You’re a Woman, I’m a Machine, 2004). ¿Por qué decidieron marcharse en la mejor etapa de su trayectoria? Seguimos sin hallar la respuesta.

Pero ahora, celebrando diez años de ese magnífico debut, regresan con The Physical World, un álbum con características similares a su primogénito, pero con la madurez que nos confirma su evolución y que, quizá, cierra el círculo que para muchos quedó inconcluso.

Hubo, como en todo, quienes consideraron innecesario su regreso y opinaban que lo más sensato era mantenerse, en cierta forma, como “mitos vivos”. Había otros (incluidos nosotros) para los que continuar con eso que los distingue del resto de las bandas actuales, volviera: la voluntad y el coraje de seguir adelante.

El tiempo dirá quién estaba en lo correcto.

#0 – EL PINTOR, INTERPOL

In my desire, I’m a frustrated man…”

­–­ El Pintor

Se extrañan muchas cosas.

La casa cuando se está lejos. Los brazos cuando se ama. El tiempo cuando no alcanza. La vida cuando ya somos otros. Las cinco cuerdas que se fueron en mayo. Era 2010.

Así extrañan Banks, Kessler y Fogarino a Dengler, el tímido neoyorquino. El pintor que pinceló las sombras que envuelven a lo que siempre estará, no importa el tiempo que dure el resto de su historia como una banda, incompleto.

Sí, también se recuerdan muchas cosas.

El día que se conocieron. Los pasos que les separaban el día que se dijeron adiós por última vez. El calor que agonizó entre una mirada y otra. Los últimos acordes de The Undoing (Interpol, 2010).

Así recordamos el día que escuchamos la canción que sellaba el, hasta entonces, último trabajo de estudio del cuarteto incompleto. Sabíamos que estábamos soltando la mano de una guía que nos llevó con su ritmo por tumultos, caídas y palabras ahogadas en la garganta; nos llevó cuatro años dar otros pasos.

Esa espera, sin embargo, nos dio a El Pintor. Nos dio el esfuerzo de Paul Banks para llenar lo mejor posible la ausencia del bajo de Carlos D; sin embargo, hay que cerrar los ojos y apuntar el oído hacia ese canal para poder distinguir un sonido que en producciones anteriores era poderoso y vigorizaba cada letra. Ahora toda la fuerza recae en lo que ayudó a Interpol para deslindarse del apresurado juicio que en sus comienzos les perseguía: que eran una copia de Ian Curtis y su Joy Division. Es decir, su intocable quintaesencia.

A diferencia de otros pasajes protagonizados por diferentes artistas, el trío que debería ser de cuatro sigue portando apaciblemente su sonido, pero sin quedarse estancados en la misma sintonía; al mismo tiempo continúan enarbolando la hechura de letras que nos retiran del aquí y ahora, para llevar nuestras fibras más sensibles de paseo por sus propios adentros. En otras palabras, El Pintor es una invitación, un “pasen, aquí estamos otra vez”.

Ir de lo mayor a lo menor, queda demostrado en este álbum, no siempre es un error causado por la falta de idea. Iniciar con la explosiva All the Rage Back Home y cerrar difuminadamente con Twice As Hard cumple con la intención de abrazarse a sí mismos en una carencia de matices alegres; así, pues, somos partícipes de esta introspección que alcanza tintes de genialidad pese a la notoria falta de “alguien”.

Se extrañan muchas cosas. Después nos reímos de ellas. Otras, simplemente, no se olvidan y la vida sigue; pletórica, insondable, pintarrajeada de paroxismos.

¿Cuánto vamos a esperar para volver a encontrarnos?

Aquí está, este es el proyecto

áfono, na.

(Del gr. ἄφωνος).

  1. adj.afónico.
  2. adj.Dicho de una letra escrita: Que no suena en la pronunciación.
  3. adj.silencioso.

Me yergo sobre pasos que no avanzan/ siento en las venas y en las cúspides del cuerpo/ que un forastero sin presencia me canceló el cerebro/ y que las redes intestinas, las hostiles sinapsis/ me deshabitan y me hostigan…/ …/ Puedo inventar la música absoluta/ pero estoy sordo,/ áfono,/ atónito, sin entierro ni nombre,/ sin llanto ni sepulcro,/ por una suave nada acribillado…”.

 – Ernesto de la Peña

El silencio debe decirse, pero para que esto ocurra, antes, debe ser escuchado en cada uno los rincones donde se refugia; hay que invitarlo a salir para que podamos mirarlo de frente… poder que de su garganta salga el rumor de los árboles que se mecen durante las madrugadas en Chapultepec o el colapso de una gota cayendo contra una roca en la oscuridad de Cacahuamilpa y sus grutas: para darle una voz, prestarle nuestras inquietudes y quitarle su afonía.

Este proyecto nace sobre una hoja en blanco en mi agenda de notas; justo después de la página donde apunto los ajustes a realizarle a un manual corporativo y ocho ensayos de mi aún volátil firma (de diez mil que he tenido a lo largo de mi vida). Nace entre las demás opciones para nombrar lo que, como siempre termina siendo conmigo, será un blog más cuya fórmula no es complicada.

Al principio de mi cuaderno se leen dos cosas: mi nombre y una cita de Charles Bukowski:

“… hay algo mal en mí, además de la melancolía”

Separado por un renglón, justo cuando finaliza un abismo de dos centímetros, se alcanza a distinguir:

If you wanna play it like a game, well, c’mon, c’mon, let’s play…

Así, pues, se resumen las inquietudes principales de este proyecto que, en un principio, tiene una meta específica que busco mantener (ya sea en solitario o apoyado de mis amigos, los más queridos, los que sé entienden estas ideas que llegan a mi mente como diatribas salen de los políticos en campaña).

Un año a partir de hoy, el día de su publicación como un blog. Un año publicando periódicamente sobre un tema que no es mi fuerte, del que soy un mero aficionado (como en tantos otros me he aventurado) y por el que día a día me he visto poderosamente atraído: la música.

¿Por qué un año? Porque ya he escrito en muchos blogs; muchos ya no existen, otros ya no los recuerdo, uno se mantiene en línea por mera nostalgia y otro sigue vivo con intermitentes señales de vida. El PROYECTO ÁFONO quiere ser constante… y lo va a ser.

¿Y qué pasará cuando se cumpla la meta? Seré (o seremos) un .mx o un .com o un .net o un .fm; no quiero aventurarme, por el entusiasmo, a comprar un dominio desde el principio. Quiero hacer las cosas bien desde un principio. Y no por hacer bien quiere decir que vaya, compre un dominio, rente alojamiento en un servidor y, pasado el tiempo, lo abandone. No, no es una cuestión de dinero: es de compromiso y consolidación. Del PROYECTO ÁFONO depende en gran medida una serie de planes paralelos que requieren de la consolidación sobre la que tanto hincapié hago.

¿Por qué áfono? Porque a través de las reseñas, vamos a darle vida al álbum que haya sido escuchado. No un simple “me gusta porque…” o “no me gusta porque…”. No.

Es áfono porque mientras el lector se encuentre aquí, en este espacio aleatorio, encontrará –tal vez- los motivos que le hacen odiar al mundo o extrañar inconteniblemente a alguien cuando una nota se mete en sus poros. Porque la música, nuestra música, la que se consume y nos consume, no se escucha nada más. Ésa se siente, se puede tocar, se puede sufrir, se puede convertir en mil formas, en un apotema, en una voz… en un sitio recóndito de nuestro ser.

El PROYECTO ÁFONO será simbiosis, mutación, fotosíntesis, digestión… un ciclo de cuerdas, loas renacentistas: trazos en un blog.

Quizá no quede muy clara la intención de este sitio… se entenderá mejor conforme las reseñas de álbumes vayan publicándose. La invitación es abierta; todos podemos entrar.

Decía Claude Debussy que no basta con oír la música; además hay que verla… en esta casa decimos que hay que escribirla, hay que reseñarla, hay que leerla, hay que tomarla y conquistar las fronteras más profundas de nuestros seres.

Bienvenidos sean.